miércoles, 13 de noviembre de 2024

DESCUBREN EN COLOMBIA EL FÓSIL DE UN "AVE DEL TERROR", EL MAYOR DEPREDADOR DESPUÉS DE LOS DINOSAURIOS.

 Un nuevo fósil descubierto en Colombia revela la presencia de un ‘ave del terror’ de más de 150 kg en ecosistemas tropicales de hace 12 millones de años.


Hace millones de años, el continente sudamericano era hogar de criaturas extraordinarias. Entre ellas, los phorusrhacidae, conocidos como “aves del terror”, se destacaban como depredadores de gran tamaño que gobernaban sus entornos. Estos gigantes alcanzaban alturas superiores a los 2.5 metros y, con picos letales y cuerpos ágiles, se situaban en la cima de la cadena alimentaria. Hoy, un nuevo descubrimiento fósil en el sitio de La Venta, Colombia, añade una pieza fascinante a la historia de estos enigmáticos animales y su expansión por el continente.


La investigación, de un equipo internacional, describe el hallazgo de un fósil de una de las aves del terror más grandes que se conocen. Esta ave, potencialmente perteneciente a una nueva especie, revela no solo la asombrosa diversidad de estos depredadores, sino también que algunos lograron adaptarse a climas tropicales y zonas húmedas, lejos de las áridas planicies de Argentina y Brasil, donde se han encontrado la mayoría de los fósiles de estas aves.

Los phorusrhacidae fueron aves terrestres de enorme tamaño que vivieron en América del Sur durante buena parte de la era Cenozoica, cuando no existían grandes mamíferos depredadores en la región, lo que les permitió convertirse en los principales predadores terrestres. Se diversificaron en distintas especies, con tamaños que iban desde los 5 hasta más de 150 kilogramos, ocupando distintos nichos ecológicos.


El fósil fue descubierto por César Perdomo, un paleontólogo empírico, en La Venta, Huila. Este fragmento del tibiotarso, un hueso de las patas de las aves, formaba parte de la colección de su museo “La Tormenta” y permaneció sin identificar por años. Finalmente, un grupo de científicos, liderado por el argentino Federico Degrange, reconoció que se trataba de un “ave del terror”. Los estudios publicados en Papers in Paleontology indican que este fósil representa el primer registro de un forusrácido en el trópico de las Américas, y posiblemente uno de los especímenes más grandes de su tipo.


El fósil fue encontrado en la década de 2000 en el desierto de la Tatacoa, una zona árida en la actualidad pero que, en el Mioceno, era un área de vegetación densa, con ríos, humedales y bosques. El ejemplar de La Venta, asignado al subgrupo ‘Phorusrhacinae’, no solo destaca por su tamaño —probablemente uno de los más grandes de su tipo—, sino por su presencia en un entorno tan distinto al de sus parientes en el sur. De acuerdo con el Dr. Degrange, el fósil muestra que estos depredadores podían adaptarse a climas tropicales y ambientes húmedos, extendiendo su dominio hacia nuevas regiones, donde cazaban en paisajes de ríos y pantanos.

La adaptación de los phorusrhacidae a estos ambientes sugiere que estos depredadores tenían una capacidad de dispersión y adaptación mucho mayor de lo que se pensaba. Al expandirse en hábitats tan distintos, competían con otros carnívoros terrestres y con grandes cocodrilos como el Purussaurus neivensis, que alcanzaba los nueve metros de largo y cuyo enorme tamaño lo convertía en otro de los grandes cazadores de la época. Marcas de dientes en el fósil indican que este espécimen en particular, de alguna forma, estuvo en contacto con un Purussaurus, aunque no se sabe si el caimán se alimentó del ave en vida o si consumió sus restos tras su muerte.


Los investigadores creen que el tamaño de estas aves fue clave para su éxito como depredadores, y el estudio de fósiles como el de La Venta podría ayudar a entender cómo y por qué llegaron a desarrollarse hasta tales dimensiones. Para Degrange, la gran talla de los phorusrhacidae es uno de los aspectos más intrigantes de su biología, y sugiere que una intensa competencia entre especies podría haber impulsado esta evolución hacia cuerpos cada vez más grandes. Sin embargo, a pesar de sus adaptaciones, estos pájaros gigantes finalmente se extinguieron, probablemente debido a cambios ambientales y climáticos que transformaron sus hábitats en el Pleistoceno, hace menos de 12.000 años.

Aunque se han encontrado fósiles de aves del terror en Texas y Florida, el nuevo fósil de Colombia representa el punto más septentrional en el continente sudamericano. Este hallazgo también apoya la teoría de que estos depredadores usaron América Central como un puente para alcanzar América del Norte, probablemente durante el Gran Intercambio Biótico Americano, cuando el istmo de Panamá se levantó y conectó ambos continentes hace unos 3 millones de años.


La fauna del sitio de La Venta revela una gran diversidad de especies que convivían en estos entornos húmedos y verdes. Durante el Mioceno, este ecosistema incluía desde mamíferos con pezuñas, posibles presas de las "aves del terror", hasta reptiles gigantes, armadillos prehistóricos y una rica avifauna que incluía aves acuáticas, pescadoras y percheras. De acuerdo con los estudios de la época, se cree que La Venta era una combinación de sabanas y áreas de bosque con cuerpos de agua que permitían el desarrollo de una megafauna única en el continente.

Para los investigadores, el descubrimiento de este nuevo fósil también invita a considerar la posibilidad de hallar más restos de aves del terror en regiones que hasta ahora no se habían explorado tan a fondo, como el norte de Sudamérica o incluso América Central. Karen Moreno, una paleontóloga que no participó en el estudio, cree que estos hallazgos son esenciales para entender mejor cómo funcionaban las relaciones de depredador y presa en los ecosistemas tropicales del pasado. Moreno sugiere que estos descubrimientos demuestran que las aves aún ocupaban una posición dominante en la cadena trófica de América del Sur millones de años después de la desaparición de los dinosaurios.


A pesar de su éxito evolutivo, las "aves del terror" finalmente desaparecieron. Los expertos coinciden en que factores ambientales jugaron un papel importante en la extinción de estos animales, aunque las causas exactas siguen siendo un misterio. El Mioceno fue un periodo de cambios climáticos y geográficos importantes, con variaciones en las temperaturas y en los niveles de los océanos que alteraron los ecosistemas.

Este hallazgo nos recuerda que la historia de la vida en la Tierra está llena de gigantes desconocidos y de criaturas que desaparecieron sin dejar rastro, dejando únicamente restos fósiles como testigos de su existencia. A medida que los paleontólogos siguen desenterrando estos vestigios, nuestro conocimiento de estas especies enigmáticas sigue creciendo, iluminando el rico y vasto ecosistema que alguna vez prosperó en los trópicos sudamericanos.



MODELOS DE AVES DEL TERROR EN OTROS PAÍSES.