La primera pista de que los dinosaurios existieron fue un diente.
En 1824, William Buckland, profesor de geología, estudió un gran diente hallado en una cantera de pizarra de Oxfordshire.
Buckland puso el nombre de Megalosaurus al dinosaurio propietario de aquel diente gigantesco.
El Megalosaurus fue el primer dinosaurio que tuvo nombre propio. Cuando se encontraron los demás dientes, seguían perfectamente anclados en la mandíbula del anima.
GIDEON MANTE Y SU ESPOSA MARY ANN
Hallazgo del Iguanodon.
Gideon Mantell, médico en Lewes, Sussex (Inglaterra), era aficionado a la paleontología. El doctor Mantell y su esposa Mary Ann pasaban las vacaciones en los valles del sur, en busca de fósiles. Tanta era su afición, que incluso convirtió parte de su hogar en museo para exhibir sus hallazgos. Un día, el médico y su esposa salieron a hacer las visitas de costumbre. Mientras el médico atendía a sus pacientes, su mujer examinaba las piedras que se utilizaban para reparar el pavimento de la carretera. Entonces, encontró en una roca un enorme diente fósil. Cuando Mary Ann mostró a su marido el hallazgo, él quedó entusiasmado. Mantell encontró la cantera de donde procedían las rocas y encontró más dientes y algunos huesos.
Mandó sus hallazgos al barón de Cuvier, un naturalista de fama internacional, y le pidió que los identificara. Sin embargo, en primera estancia el científico se mostró incapaz de clasificar al animal..
La solución al enigma llegó cuando el médico vio a un reptil actual, una iguana, conservado en formol. Aunque claramente de mayor tamaño, los dientes que su esposa había encontrado eran muy parecidos a los de una iguana. Mantell comprendió que debieron pertenecer a un reptil gigantesco. Llamó a esta extinta criatura Iguanodon, que significa "dientes de iguana".Si bien su primera reconstrucción de 1834 no concuerda demasiado con la idea actual de la forma de este dinosaurio, Mantell fue un destacado pionero en el descubrimiento de los dinosaurios.
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