Kap København está tan al norte de Groenlandia que mira directamente hacia el polo Norte. Hoy es lo que llaman un desierto polar, con unos pocos días al año libre de hielo que aprovechan líquenes y musgo para sobrevivir. Pero un estudio acaba de demostrar que hace dos millones de años era casi el paraíso en la Tierra.
Los autores han encontrado pruebas de que allí vivían centenares de especies. En un bosque de abedules, álamos y pinos, abundaban las plantas aromáticas y florales emparentadas con las rosas. Sobre esta flora prosperaban pequeños herbívoros, como ratones, lemming y conejos. Pero también grandes, como los actuales renos. Incluso había megaherbívoros, como mastodontes ya extinguidos. Lo sorprendente es que no han encontrado fósiles de tanta biodiversidad. Los científicos lo han descubierto porque han sido capaces de extraer el ADN de tanta vida pegado a la tierra.
La recuperación de material genético cada vez más antiguo está reescribiendo la historia de la vida. El ADN es un material frágil, que se deteriora expuesto al ambiente por muchas causas (erosión, acción de enzimas, temperatura, presión, oxidación…). Donde mejor se conserva es en los restos de fósiles que también mejor se preservan, como dientes y huesos. El avance de las técnicas de recuperación y secuenciación de las últimas dos décadas han permitido remontarse más y más atrás. Hace 20 años, la ciencia creía que no se podría recuperar ADN ancestral que tuviera más de 100.000 años.
Hace una década, científicos españoles lograban extraer ADN mitocondrial (que se encuentra dentro de la célula, pero fuera del núcleo celular) de humanos que vivieron en Atapuerca hace 400.000 años. En 2013, lograron secuenciar el genoma de un ancestro de los caballos que vivió hace 700.000 años. Pero el año pasado, otro grupo de investigadores marcó un hito al lograr extraer información genética de mamuts conservados en el permafrost siberiano desde hacía más de un millón de años. Ahora, el ADN encontrado en Kap København dobla la marca, remontándose hasta hace entre 2,1 y 1,9 millones de años. Esta vez no se trataba de un fósil. En esta ocasión lo han recuperado del suelo, literalmente.
El trabajo, publicado en la revista científica Nature, está liderado por Eske Willerslev, investigador tanto de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), como director del Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague (Dinamarca). “Esta es la historia más larga en la que he estado involucrado, porque empezamos en 2006 cuando fuimos a Groenlandia a recoger muestras”, dijo en una presentación en línea a varios periodistas.
El científico español Antonio Fernández Guerra, también del Centro de Geogenética danés y coautor de la investigación, cuenta en una conversación telefónica como fue trabajar con el ADN ambiental descubierto en Kap København: “Tienes que pensar cómo era hace dos millones de años atrás. Tenías el tipo de bosque que describimos, con los árboles, las plantas, los riachuelos que arrastraban todo tipo de material hasta el mar. En la desembocadura se va acumulando el ADN, sobre todo de plantas. De los animales es más difícil. Y cualquier organismo que estaba viviendo en la costa hace dos millones de años también estaría en el ADN ambiental. Cuando se coge una muestra de secuencias genéticas, ahí tienes un montón de bacterias y arqueas, así que tienes que pasar a través de todo ese ruido para intentar encontrar ese ADN que estaba ahí esperando a ser encontrado desde hace tanto tiempo. Hay veces que por cada millón de secuencias que recuperamos, solo una es válida”.
Pues así, contando agujas entre pajares, los investigadores identificaron más de un centenar de géneros de plantas vegetales. El género es una de las categorías en la que se organiza la vida (las categorías taxonómicas son el dominio, el reino, el filo, la clase, el orden, la familia, el género y, por último, la especie). Identificar especies concretas en ADN ambiental de hace dos millones no debe ser fácil, pero lo han hecho. Por debajo del género, han identificado árboles concretos, como el sauce ártico o el abedul enano. Con los animales lo tuvieron más complicado. Como en todo ecosistema, hay menos animales que plantas, así que identificaron menos ADN animal. No lograron bajar del nivel de familia o del género, aunque han encontrado restos genéticos de vertebrados aún existentes en Groenlandia, como un leming neártico o la liebre ártica, el único animal del que se habían encontrado restos fósiles. También han identificado géneros de pulgas, hormigas y de parientes ya extinguidos de los elefantes y de los actuales renos.
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